«Sieff es el fotógrafo de la superfície; él ama la superfície«. Eso afirma de él Frank Horvat, que lo conoce bien y sabe que a su amigo le agrada esta definición. Sieff confiesa: «Soy totalmente superficial, lo sé. Pero creo que la superficialidad puede ser una cosa muy seria, un remedio contra la pesadez de las cosas, una forma de pudor». Por otra parte, si se decide que las líneas de una mano, como las de un vestido, pueden ser un signo revelador, entonces se convierten en fundamentales. Es esto lo que Jeanloup Sieff entiende por superfie: una cualidad puramente física, se trate de la piel, del cielo o de la pared; un matiz particular de la materia lo atrae y a través de ésta puede tratar de vehicular una emoción. A veces un pensamiento.
Sieff ha fotografiado moda, retratos, reportajes y sus famosos desnudos. Las lineas sinuosas del cuerpo femenino se descubren en atmósferas suaves, en momentos de intimidad que parecen robados. Su mujer es delicada, misteriosa y elegante, nunca lánguida. En ambientes sencillos y despojados, Sieff modela los cuerpos con un refinado juego de volúmenes y luces. A menudo los retrata con el gran angular, afinidad electiva con una lente de amplio aliento, que con sus distorsiones permite intervenir sobre la forma y captar una dimensión insólita.
El misterio no se desvela, no debe ser desvelado. La superficie puede ser densa como un recuerdo que reaflora en la mente. «Nosotros vivimos el momento presente con sólo una mínima idea de la intensidad emocional que adquirirá en la memoria«, dice Sieff. El misterio no se desvela: permanece pegado a la piel de una espalda perfecta que llena la mirada, en la sombra de un cuello que no se vuelve, en la línea de un rostro que no se dejará ver.

Espalda musculosa, 1992 © Jeanloup Sieff